El Monasterio de Samos: arte y arquitectura
Ignoramos casi totalmente cómo era el monasterio de Samos durante los primeros siglos de su existencia. El vestigio más antiguo de su arquitectura es la pequeña Capilla de San Salvador, que data del siglo X y todavía se alza junto al árbol que le ha dado su sobrenombre: capilla del Ciprés. Para algunos historiadores la capilla fue el germen del monasterio, pero la mayoría piensan que se trataba tan sólo de un espacio secundario, probablemente destinado a los huéspedes, peregrinos nobles o regios con sus séquitos.
Respecto a la iglesia del monasterio, sabemos que en el siglo XII fue reconstruida en estilo románico, fábrica de la que tan sólo ha sobrevivido una hermosa puerta románica. Pero la arquitectura actual de todo el monasterio comenzó a construirse en el siglo XVI, tras el devastador incendio que en 1533 ó 1534 destruyó casi por completo los claustros y dependencias conventuales.
Capilla de San Ciprés
La primera obra iniciada fue el conocido como Claustro de las Nereidas, claustro cuadrangular de tres plantas de altura, realizado en época renacentista, entre 1562-1582, pero todavía muy ligado al último gótico. En el centro del claustro se dispone la famosa fuente de las Nereidas, a la que debe su nombre, ornamentada con mujeres marinas mitad mujer y mitad pez, que en tiempos antiguos aparecen citadas como Sirenas.
En las últimas décadas del siglo XVII y a lo largo de todo el XVIII la actividad se hizo más febril, si cabe, construyéndose entonces el Claustro Grande y la iglesia nueva. El Claustro Grande o del Padre Feijoo es un claro ejemplo de la arquitectura purista de la segunda mitad del siglo XVII.
La pequeña iglesia románica continuaba siendo el lugar de culto del monasterio y su amplia comunidad, así como de sus nuevos vecinos -campesinos, artesanos y artistas al servicio de los monjes-, lo que hizo evidente la necesidad de construir un templo mayor. Finalmente la construcción se hizo posible gracias al mecenazgo del padre Feijoo –célebre escritor perteneciente a la Orden Benedictina- y al trabajo de un maestro de obras de la Orden: el arquitecto fray Juan Vázquez. El esfuerzo de ambos personajes dio lugar a las obras, entre 1734 y 1748, de la inmensa arquitectura que vemos hoy con su interior de clara filiación clasicista y un exterior mucho más vanguardista, deudor de los grandes maestros de su tiempo: Simón Rodríguez y Fernando de Casas.
A parte de la iglesia y los claustros, existen muchas otras estancias y dependencias con interés arquitectónico, entre ellas son dignos de mención el refectorio y la antigua cocina. La antigua cocina del monasterio puede verse desde el exterior, pues es un cuerpo aislado del edificio, actualmente en el terreno de la huerta: una torre esbelta y elegante, ornamentada con pináculos de bolas y cubierta con una cúpula sobre tambor octogonal.
En su conjunto, la arquitectura de Samos responde plenamente al espíritu de las ambiciosas obras arquitectónicas desarrolladas por los grandes monasterios gallegos en el siglo XVII. Sus dos claustros e iglesia, de cronología muy posterior pero cuyo interior permanece anclado en el estilo clasicista, nos recuerdan cómo el arte de la Contrarreforma imperó en Galicia durante largo tiempo.
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Otro aspecto que no queremos olvidar es el protagonismo de la pizarra entre los materiales, pues la sillería de granito se limita a las fachadas principales y partes nobles, mientras que la pizarra, tan presente en todas las arquitecturas del Camino de Santiago en tierras de Lugo, se extiende por el resto de los muros y cubiertas.
Aunque hoy día todas las construcciones se conservan tal y como han sido descritas, debemos recordar que hubieron de hacer frente a un fatal incendio en 1951. El terrible incendio producido el 24 de septiembre de 1951, devastó los dos claustros y las dependencias conventuales, costándole la vida a un colegial. Cientos de personas acudieron a sofocar las llamas y consiguieron cortar el paso del fuego a la iglesia, pero aún así fueron muchas las pérdidas, sobre todo manuscritos del archivo y la biblioteca del padre Feijoo. Durante los nueve años siguientes se desarrollaron intensas obras, reconstruyéndose su arquitectura tal y como era antes del incendio, siendo inaugurado tal y como hoy lo contemplamos el 14 de septiembre de 1960.